Saco mis venas de la refrigeradora y empiezo a escribir. Por dónde empezar, no sé. Solo
dejo que los dedos se deslicen por el teclado. A ver hasta donde llego o quizás empiezo a
escribir piedras. Me queda la imagen de Paolo. La impotencia, ya está en el ocaso de su
carrera. Intenta, pero no puede. Los años no pasan envano. Si esto fuera un partido de
barrio destrozan a ese maldito árbitro.
Garay ya sabe que lo han programado para un partido en el que su país está en la lucha por la clasificación. ¿Por qué lo programan si no debería ser así? Y entonces, como sabe que nosotros, de los otros, son los que tenemos mejores posibilidades, él nos quiere hundir, porque no quiere que su país sea último. Un jovencito de la tele decía después del partido: Yo pensé que nos iba a favorecer y no a Venezuela porque se le iba a alejar a Chile.
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“Somos cojudos, unos cojudos…” brama Paolo. Uy que miedo, seguro la Conmebol lo va a sancionar. Claro, seguro. Pero con Bielsa que les dijo su vida, no lo castigaron. Así es esta mafia que reparte millones de dólares para que todos se queden callados. Oye Lozazo, ese mensaje te lo mandó Paolo.
¿Saben por qué fuimos a los Mundiales 70 y 82? porque los árbitros no nos tocaban el
cucú. Estaba Lito Salinas, en la Conmebol. Los árbitros le tenían un respeto y miedo.
Cuando se metió Chechelev y nos anuló un gol ante Bolivia, en La Paz, Lito lo borró del
mapa. Nunca más dirigió ese checoslovaco, nacionalizado venezolano. Cuando la “U” fue
subcampeón de la Copa Libertadores en el 72, ningún árbitro se metió con la “U”.
La selección mejoró. Oscar Ibáñez sin ser un técnico estudioso los pasó por encima a Juan Reynoso y a Fossati. Un amigo me decía: Los jugadores le hacen el equipo a Ibáñez. Puede ser. Y si fuera así no es tonto. Mérito de él de descubrir a Carrillo de 10. ¿Y los otros técnicos no lo vieron antes? Seguro que Fossati lo ponía de contención.