La noticia me conmueve. Realmente. Me despojo de la indumentaria del periodista y me vuelvo humano, muy humano. Estoy en el auto y siento mucha tristeza. Voy sin rumbo, sin dirección. Escucho la radio y cada palabra emitida me produce dolor. NO VA PAOLO AL MUNDIAL. Lapidario. Deprimente. Escucho a su mamá Peta y la comprendo. Es el dolor de madre. Aflora todo lo que se contuvo tanto tiempo. Acusa, defenestra, compromete, revela pasajes de Paolo en el Bayern. Siempre sostuve que todos actuamos, lo que verdaderamente somos aflora en las situaciones límites. La señora se guardó mucho tiempo su bronca y ahora promete defender a su hijo a capa y espada. La entiendo, quien no. El dolor es más profundo en ella que en nosotros mismos.
Paolo no supo defender su inocencia. Pongo las manos al fuego por él – así me queme – que es inocente. Siempre actuó como un verdadero profesional. No hay antecedentes de él que me permitan pensar lo contario. La sustancia estuvo en su cuerpo. Pero cuantos de nosotros tomamos algo sin saberlo. ¿Qué cosa habré comido que me ha producido una infección estomacal?, acaso no decimos eso cuando soportamos el aflojamiento del estómago. Salvo que sea el más cínico de los mortales y grite su inocencia sin serlo. El TAS tenía que castigar así, por la presión de la WADA que ya tenía problemas con cuatro deportistas que fueron castigados con mayor pena a la de Paolo. Se les iba a derrumbar el castillo. No les quedaba otra.
Lo de Paolo ya es una realidad. Ya no hay meras especulaciones. Estoy seguro que ni él sabe cómo entró esa sustancia en su cuerpo. En la única justicia en la cual creo es en la Divina. Es una prueba de Dios en su carrera exitosa. Todo el país lo lamenta. Hay llantos y pena en millones de peruanos que lo idolatran. Se fajó por nuestra selección, su premio era el Mundial que ya no lo será. Dios sabe lo que hace. Solo él fija nuestro destino. Por algo sucede y sucederá siempre. La fortaleza está en soportar esos embates adversos después de habernos dado tanta felicidad. Solo le pido tranquilidad y paz.
La función debe continuar. Nos duele, la verdad. Pero confiemos en nuestra selección. Iremos disminuidos sin la presencia de él. Nos aseguraba un ataque contundente con su potencia y experiencia. Ahora hay que tener fe en los demás. En la consagración mundial de Farfán, en la velocidad de Carrillo, en los desbordes de “Orejitas”, en la capacidad goleadora de Ruidíaz, en las apiladas de Cueva, en el coraje de Tapia y en nuestros zagueros. No nos derrumbemos. Somos un puño que estamos a muerte con la selección, así no contemos con el director de la orquesta.
Cuando me pasa algo en la vida, apechugo. Y voy en busca del empate. Y si no lo logro al menos lo intenté. Creo en mi selección, si Dios quiere la acompañaré a Rusia y ojalá esto solo quede en un triste recuerdo.