Cómo cambian los tiempos…

Columna En la boca del tunel
Columna En la boca del tunel

Por Fernando Jiménez

“Cómo cambian los tiempos Venancio, qué te parece, que te parece Venancio cómo cambian los tiempos…” escuchaba a ese dúo simpático cubano que llevaban por nombre Los Compadres. Era inicios de los 70 y los habían traído como invitados especiales al Festival de Ancón. Yo era un niño que los miraba por la televisión y entraba a la adolescencia tarareando sus canciones. Al pasar los años utilizaba mucho esa frase cuando mis amigos cambiaban de postura y se volvían arrogantes, bah quizás siempre lo fueron y no me daba cuenta. Cuando notaba eso en ellos, hablaba en voz alta y en grupo de amigos: “Cómo cambian los tiempos Venancio”.

Me introduzco en el túnel del tiempo, retrocedo el casete de mi memoria, tomo un sorbo de café, apuro un cigarrillo, miro la computadora que espera que los dedos se deslicen, concatenados con la mente, tratando de elaborar la columna diaria que tengo que escribir. Y me pregunto: ¿Cómo era el periodismo de antes y cómo es el de ahora?. Cambió para bien, o para mal. Mejoró ó empeoró. Lo que sí es irrefutable que antes había más lectura. El periodismo no cambió, sigue siendo el mismo, lo que cambió es la tecnología. Inventos que favorecen y otras en las cuales estamos todos los que ejercemos esta noble profesión en el ojo de la tormenta.

No me considero viejo, ni tampoco joven. Mario Vargas Llosa escribía en uno de sus brillantes obras: “La mejor edad del hombre empieza a los 50 años. No eres joven, pero tampoco viejo”. La experiencia, no se compra en la botica del barrio. En los inicios de los 80 cuando en cubría informaciones en el extranjero se usaba mucho el teletipo o el télex. Era una máquina que picaba una cinta parecida a la serpentina, aunque más gruesa y el receptor copiaban lo enviado. Eran máquinas con teclados que se manejaban solos sin ayuda de nadie. Los reporteros gráficos, enviaban apenas dos fotos por un teléfono que captaba las imágenes tipo láser y la recepción era a través de otro aparato. Enviar dos fotos costaba un aproximado de 100 dólares.

A principios de los 90 apareció el faximil. Le decíamos simplemente fax. Saltamos de alegría cuando irrumpió ese aparato que nos evitaba tipiar y picar en el teletipo. Hasta nos fuimos a celebrar la aparición de ese invento. Ahora solo había que fotocopiar y en contados segundos ya estaba el material en la redacción de cualquier lugar donde estuviéramos. A fines de ésta década descubrimos las bondades del internet. Fue fabuloso. Era el ya no ya. La muerte. Bastaba tener un correo electrónico y hasta se podía chatear a través del Messenger. Una cosa de locos. Con el Neto Cavagneri lo usábamos como un juguete cuando cubrimos la Copa América en Paraguay 99.

Después apareció algo mejor. El facebook. Fue otro invento que posibilitó la interacción. De estar cerca a los lectores y saber quiénes eran los que nos estaban leyendo. Recibir elogios o críticas, hasta insultos de quiénes no siempre está de acuerdo con una opinión. Los likes reflejaban la aceptación o la indiferencia y hasta interactuar con los amigos que uno tiene registrado. Seguido a ese gran invento, emergió el Twitter, en 160 caracteres uno puede opinar sobre determinado tema. Ahora todos ejercen el periodismo.

Cualquiera puede opinar. Ya no es solo tarea del periodista que marcaba los rumbos e ilustraba con sus escritos. Y hasta soportar insultos de enfermitos que solo usan estos medios para ocultarse con un seudónimo y por deporte escribir tonterías desnudando sus frustraciones. ¿Cuál será el próximo invento?. Estamos a la espera de ello. Cómo cambian los tiempos Venancio…