La columna del Lobo
Por Juan Carlos Esteves
“Yo no soy figuretti como otras” fue la primera “parchada” de doña Carmen Agurto cuando le pedí hacerle una foto en el frontis del callejón donde vive. Era el último domingo del mes de noviembre del 2017 y de paso por Barrios Altos, quise conocer a la madre del “Potrillo” Escobar, aquel gran jugador aliancista que brilló con luz propia a mediados de los años ochenta.
En la cuadra cinco del jirón Conchucos, doña Carmen no pasa desapercibida. Llegar a su vivienda tampoco fue complicado. “¿Dónde vive la mamá del “Potrillo” Escobar?” fue una simple pregunta cuando nos acercábamos a la calle señalada por nuestro gran amigo y fiel aliancista Armando Leveau.
En su humilde habitación de grandes necesidades, salió una voz fuerte pero extrañada: ¿Qué quiere, quién es usted?. Tras la presentación de rigor, las dudas no desaparecieron. “Si mi hijo hubiera estado vivo, tenga la seguridad que no viviría acá”.
Cuando el diálogo empezó a familiarizarse me contó que antes que su hijo desapareciera en el mar de Ventanilla, asistía a la tribuna sur y desde ahí lo veía jugar, porque no le gustaba figuretear como hacen otras madres en occidente. “Yo estuve la tarde en que Luis lo retiró del fútbol a Quiroga. Le metió unos golazos en ese clásico de 1986 en Matute y el “Loco” ya nunca más jugó ”.
Pocas sonrisas en una conversación que se transformó más amical cuando le conté que mi hermano Rodolfo era el kinesiólogo del equipo que cayó con el Fokker. “Mi hijo se hizo en estas pistas, no como ahora que los futbolistas salen de las academias. Debutó a los catorce años y Didí que tenía muchos contactos se lo iba a llevar a Europa en 1988”.
Hubo que “meterle letra” para que accediera a la foto. “Rápido, rápido y solo una”. Luego me reveló que no tenía ningún cuadro del “Potrillo” en su casa. “Yo siempre lo recuerdo. Si no se caía el avión, su generación clasificaba al mundial”…