La pelota no se mancha

Columna En la boca del tunel
Columna En la boca del tunel

Por Fernando Jiménez

Las frases célebres son las que le ponen condimento al fútbol. He escuchado muchas y les paso a contar la que más me impactó en un estadio. Fue un 10 de noviembre del 2001. Hace casi 17 años. Fui a cubrir la despedida de Diego Maradona en Buenos Aires. La Bombonera totalmente colmada y en el palco de prensa estábamos al lado de Martín “El Cura” Fernández y Luis “Papelito” Cáceres quienes eras los enviados especiales de Radio Programas del Perú. A un costado estaba el “Cabezón” Mifflin y Micky Rospigliosi. Una constelación de estrellas se había dado cita para estar en la despedida de Diego.

A esa misión periodística fui con Joseph Ángeles, a quien de cariño le digo “Mozo”. Debe ser el mejor compañero que tuve en mis coberturas periodísticas en el exterior. Se manejaba solo. Y eso es un alivio. Fue a retirar su credencial a ARGRA (Asociación de Reporteros Gráficos de Argentina) y yo sí tenía problemas ya que justo llegamos un jueves por la mañana y la despedida era el sábado. Fui a la oficina de Guillermo Cópolla y tras mostrarme una ligera sonrisa me dijo que lo esperara para darme mi acreditación. El trafa empresario de Diego me hizo esperar ocho horas y se me escapó por la puerta trasera de su oficina.

Estaba desesperado. Solo faltaba un día y no tenía credencial. Le quise comprar su pulsera (acreditación) al Cabezón Mifflin, pero no cedió. “Yo tengo que ir, no le puedo fallar a Diego, si me ha invitado especialmente”. Fuimos a almorzar con Paco Gonzales y su esposa, el men del Banco Regional del Norte, quien nos invitó a un restaurante de Puerto Madero. Fuimos con Micky (Rospigliosi), el Cabezón y “Calila” Carrera. Yo estaba mudo, no hablaba. Estaba preocupado por mi acreditación. No comí el postre, ni tomé café y cuando fuimos a la habitación del Hotel Hilton, donde se alojaba Calila, tan preocupado me habrá visto que me dijo delante del Cabezón: “Ahijado, me está doliendo la cintura, y no voy a ir al estadio. Llévate mi credencial”. No lo podía creer. Le di un abrazo cariñoso y solo atiné a decirle: Gracias padrino, me salvaste.

Tomamos un taxi con Micky y Ramón y nos fuimos a Boca. Un ingenioso peruano había hecho una mano en material de tecnopor y la encerró en una bolsita de plástico de polipropileno y le puso “La mano de Dios”. “A diez pesitos, a diez pesitos”, la ofrecía en las afueras del estadio y le compraban a raudales. Cuando le compramos una nos dijo que era peruano. Nos reímos. También exportamos ingenio, pensé. Una hora después, salió Diego se subió al escenario con sus hijas Dalma y Giannina y dijo una frase que hasta hoy la recuerdo: “Yo me equivoqué y pagué. Pero la pelota no se mancha”.

Al ‘Cura’, a ‘Papelito’, a Micky, al Cabezón y a mí se nos nublaron los ojos. Era la frase de un hombre que fue dominado por la droga. La Bombonera retumbó en aplausos. Toda la cabecera de la barra brava lanzó bengalas al cielo. Fue un espectáculo impresionante. Un grande le decía adiós a lo que más amaba.

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