La pelota, sí se mancha

Columna Neto comenta
Columna Neto comenta

Por Ernesto Cavagneri

Galeano decía que jugar sin hinchada es como bailar sin música. Los últimos 25 minutos del Alianza-Cristal que se llevaron a cabo en la frialdad de un lunes cualquiera es la mejor evidencia de que los peruanos no somos capaces siquiera de realizar un partido de manera decente.

Lo que viene sucediendo con el balompié nacional es alucinante. Hace rato que la violencia le viene ganando el cotejo al fútbol y por goleada, pero esto no es de ahora, señores. Hace tiempo que la delincuencia se puso traje de tribuna para hacer del fútbol la industria de la extorsión y del hurto agravado, gracias a la impunidad que viene con etiqueta de incapacidad por parte de nuestras autoridades que no son capaces de neutralizar lo malo y extirparlo de raíz.

Ya son años y seguimos en lo mismo.

Mientras que en otras ciudades de Sudamérica los malos hinchas están presos, aquí sucede todo lo contrario porque hay gente de fútbol que sigue jugando en pared con estos forajidos que encontraron en la pelotita su mayor fuente de ingresos.

Alguien en su sano juicio puede creerse el cuento de que estas denominadas barras bravas ya no gozan de las gollerías y favores de algunos dirigentes. Por favor. No seamos ingenuos. Es más de lo mismo.

Lo que se necesita es mano dura, sanciones drásticas, no se puede seguir mezclando a los delincuentes con los hinchas. Nuestras autoridades no son capaces de separar la paja del trigo; y creen que solucionan todo cerrándoles las tribunas a los clubes, con lo cual les generan cuantiosas pérdidas de orden económico. ¿O acaso la Onagi o estas benditas comisiones antiviolencia les dejarán un billete a las instituciones para que sus arcas no se resientan por recibir estos castigos de no llevar público a sus cotejos de locales?

Los delincuentes tienen que ir a la cárcel y los hinchas de pésimo comportamiento no deben pisar más un estadio, así de simple. Los índices de criminalidad en el país siguen creciendo y están enquistados en cualquier actividad social o deportiva, pero aquí hay otra preocupación porque las autoridades no saben cómo hacerle frente a este flagelo. Los malos son muchos y saben que tienen el control. Una triste realidad.