Los dirigentes de antes

Columna En la boca del tunel
Columna En la boca del tunel

Por Fernando Jiménez

A veces me pregunto, qué dirían los dirigentes de antaño al ver nuestro fútbol actual. Con estadios vacíos, y constantes equivocaciones. Sinceramente, creo que se volverían a morir. Dirigentes de la talla de Augusto Moral, Alfonso de Souza Ferreyra, Miguel Pellny, el Comandante Jorge Labarthe, por nombrar algunos, los mejores y de más experiencia. Le contaba hace unos días a José Valdeiglesias, mientras almorzábamos, una anécdota de cada uno de ellos y se reía. Es que a todos ellos los conocí, los entrevisté y fui testigo de sus faenas dirigenciales.

Voy a contarles una anécdota que me contó don Alfonso de Souza Ferreyra, a quien sus más íntimos le decían “El Pato”. Un lunes en la mañana Valeriano López y Willy Barbadillo, cuando jugaban por Alianza, fueron a su oficina. Llegaron y preguntaron por él. No está, aun no llega le dijo la secretaria. Ambos estaban urgidos de dinero y los lunes el “Pato” les pagaba su semana. ¿A qué hora llegará?, preguntaron. En una hora, respondió la secretaria. Ah ya entonces nos vamos a comer un cebichito abajo y regresamos, dijo Valeriano. Vio una chirimoya en su escritorio, lo partió en dos y le dio la mitad a su compadre don Willy.

La secretaria le dijo: Señor Valeriano, esa chirimoya es de don Alfonso. Se va a enojar cuando regrese. Ambos no hicieron caso y se fueron a comer su cebichito. A la hora subieron y la secretaria le dio su sobre a cada uno. Bajaron y siguieron comiendo su cebichito regado con un par de cervecitas. De pronto cada uno abrió su sobre y Valeriano contó 9 mil soles. Pucha falta mil. Don Willy también revisó su sobre y había siete, él cobraba ocho. Ah, no, está bien bebón don Alfonso nos ha mochado una luca. Vamos a reclamar cumpa.

Subieron raudos y pidieron hablar con él. La secretaria le comunicó por el teléfono a su jefe y les dijo que pasaran. Valeriano le dijo: Don Alfonso me faltan mil soles en el sobre. Y Barbadillo igual, a mí también don Alfonso. Souza muy suelto de huesos los miró fijamente a los ojos y les dijo: si, es verdad les he descontado porque se han comido mi chirimoya. Ya pe don Alfonso, si una chirimoya no vale ese precio. El “Pato” abrió el cajón de su escritorio sacó su pistola y gritó bien fuerte: ¡Mi chirimoya vale 2 mil soles carajo! Eso es para que otra vez no agarren mi chirimoya.

Los dos morenos al ver la pistola sobre su mano derecha y la energía de su voz se arrancaron corriendo en busca de la puerta y se fueron. La secretaria se reía a mandíbula batiente y don Alfonso soplaba el cañón de la pistola ante la mirada sonriente de su secretaria. Si les doy un cachito se me suben al hombro. Esa es la única manera que entienden. Y ambos empezaron a reírse.

Se imaginan ustedes un dirigente que actúe de esa manera por estos tiempos. Imposible. Ahora parece que los dirigentes le tienen miedo a los jugadores porque hacen lo que les da la gana. En otras columnas les contaré más anécdotas de los dirigentes de antes.