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Columna En la boca del tunel
Columna En la boca del tunel

Por Fernando Jiménez

Pollo a la brasa en el almuerzo. Inca Kola bien helada con cubitos de hielo en el vaso. Cremas, ají. Un domingo con la familia. Muy pocas veces almuerzo con mis hijas Andrea y Gabriela, ambas trabajadoras de LATAM. Escucho anécdotas de lo que sucede en el avión con los pasajeros. Los más respetuosos son los europeos, comenta Andrea. No tocan el timbre, van hasta dónde estamos y solicitan una bebida. ¿Los argentinos?. Me llevo bien con ellos. Son piropeadores y graciosos. Los peruanos preguntan y repreguntan y son dóciles más los que viajan por primera vez a Europa. Yo y Mireya, mi esposa, las escuchamos y nos reímos con sus anécdotas.

Minutos después entra la llamada de Roberto Chale. Me dice que está leyendo la columna que le dedico a Lucho Roth. “Fue asistente de Roque Gastón Máspoli en la época que yo jugaba en Defensor. Sabe bastante de fútbol. Siempre fue perfil bajo. Pero es un buen hombre. Creo que hasta tiene nacionalidad suiza y por eso se va por varios meses allá y viene a Lima a refrescarse”, me cuenta Roberto. Tus columnas me entretienen, todos los días te leo. Así que estaba toda la gente del Defensor ahí, me gustaría ir, pero mucho toman, agrega. Y nos reímos.

¿Hace cuánto ves fútbol?, me pregunta. Desde 1965 cuando Manuelito Mayorga le puso la puntita de su botín a Rodolfo Bazán y le rompió las costillas, le respondo. Antes los contención pegaban. Mi segundo partido en el fútbol profesional, cuando estaba en el Centro Iqueño, fue ante Alianza. En la primera que agarré la pelota que venía por elevación salté junto a Manuel Grimaldo y me metió un codazo en los glúteos. Sabes cómo duele cuando te meten un codazo en esa zona. Me quedé tirado en el piso y Carlitos Rivero, quien era el árbitro le dijo a Victor Rostaing. Levántelo al chiquillo. Rostaing le hizo caso, me extendió los brazos y mientras me levantaba me metió un escupitajo en la cara. Me levanté y le metí una sarta de puñetes. Y Victor que le decía a Rivero: Ya ves, todavía lo levanto y me mete puñete. Expúlsalo mejor. Y me expulsaron.

Le cuento que un día conversaba con don Alfonso Souza Ferreira y me contaba que a inicios de año citaba a todos y les preguntaba: ¿A quienes creen ustedes que debemos contratar?. Y ellos le decían traiga a los más macheteros. Por eso contrataban a Maraví, Mayorga, el Perro Agüero. Se ríe. “El Perro era cargoso, no machetero. Éramos del barrio en Magdalena. Jugábamos todos los días en el Oratorio. Mifflin llegó a los 13 años. El Perro lo bautizó de entrada. Ramón de tanto que lo cargoseaba y no lo dejaba jugar un día le dijo: Oye Perro tú cuanto ganas recurseandote en el Mercado. 20 soles le respondió Agüero. Ya, yo te voy a dar 40 y no me jodas, déjame jugar. Y el Perro como era mi pata le respondió que al único que lo dejaba jugar era a mí. Pero ni por 40 soles lo iba a dejar libre”.

Anécdotas del fútbol de barrio. Es que antes los grandes jugadores salían de los barrios. Hoy salen de las Academias de Fútbol. En las pistas, en las canchas de tierra se aprende las mañas. Y son recursos que sirven cuando se juega en el contexto internacional.