Por Fernando Jiménez
Alianza es enjundia, picardía, habilidad innata, me dijo un día Víctor Rostaing, otro gran delantero de Alianza. Y lo sentencia uno que sabe lo que es vivir desde adentro. Cuando veo un morenito quimboso, que juega con alegría y apunta para crack siempre digo: Este es para Alianza. El sello es innato. Es el ADN que debe tener cada equipo. Por ejemplo, Julio Baylón, Perico León, Pitín Zegarra, el Nene Cubillas, Waldir Sáenz, Jefferson Farfán, Paolo Guerrero, quien puede negar que ellos heredaron los genes de los grandes cracks que tuvieron los íntimos de La Victoria.
En el partido que jugó Alianza ante Cristal me quedé prendado de Kevin Quevedo. El zambito tiene toda la estirpe del modelo de jugador aliancista. Es pícaro, desequilibra, vivo, astuto, valiente, mire como corre entre Revoredo y Madrid y no lo pueden sacar de encima. Le toca la pelota por entre el medio de las piernas del “Pato” Alvarez y decreta el empate grone. ¿Dónde estuviste Quevedo?, me preguntaba. Me cuentan los redactores que ya se cansó Bengoechea de llamarle la atención. “Está enamorado, ya se mudó con sus padres a San Miguel, me parece que para la olla, por eso será que no le llaman la atención en su casa”, me dice uno de ellos.
Yo creo que ahí tiene que entrar a tallar la mano de Pablo Bengoechea. Un entrenador o conductor de grupo no solo debe reprimir. También tiene que ser como un segundo padre cuando ve a un chico con condiciones. La disciplina no solo se impone con látigo. Muchas veces la palabra bien dicha azota más que una correa con púas. La persuasión es importante para que el educando sepa que lo están tratando de conducir por un buen camino. El adolescente es contreras, se quiere llevar a todo el mundo por delante. Es un auto nuevo. Quevedo es oro en polvo. Es el joven con más futuro que tiene la tienda grone. Hay que cuidarlo y sacar rédito de su talento.
Uno de los jugadores más díscolos del fútbol fue Julio Baylón Aragonés, a quien todo su barrio de El Porvenir le decía “Julio Chico”. El que mejor lo entendió fue Didí. El brasileño no se le enfrentaba. Tenía mucha sicología para tratarlo. Había sido campeón del mundo dos veces (58-62) y estaba acostumbrado a tratar con gente más brava que Julio. Su técnica era alimentar su ego. Por ejemplo de decía: “Usted es el mejor puntero derecho del mundo”. “No existe un puntero que juegue más que usted”. Y eso le hacía hinchar el pecho a Baylón. Cómo un ser humano se va a pelear con otro que lo elogia. Hace unos años, antes que fallezca, le pregunté a Julio cómo se llevaba con Didí y me dijo: “Era mi padre. Lo más grande que tuve en mi vida”. Pregúntenle a los de México 70 cómo era Baylón de difícil.
Ojalá pronto lo vea a Kevin Quevedo en la selección. Ya está en él. De la misma forma vi nacer a la “Foquita” hace unos años. Espero que pronto sea un émulo de Farfán y de Paolo. No exagero. Tiene todo para triunfar, sería tonto no aprovechar sus dotes. Realmente le deseo lo mejor.