Por Fernando Jiménez
desde Sao Paulo, Brasil
“Ha perdido su conexión a Milano. Lo siento no puede embarcar. El vuelo está totalmente colmado”, me dice la counter de la línea aérea. Son las 10 y 50 de la noche del sábado. No me desespero. Sabía que ello podía ocurrir. Ya lo presentía desde Lima. Tratan de sopesar mi lamento. Me dicen que retire mi valija del vuelo que ha salido de Lima. Me acompaña uno de los empleados de la línea aérea. Estamos en el aeropuerto de Sao Paulo. Me he soplado tres horas de espera envano. Para colmo mi valija no aparece por ningún lado. Vamos a otro counter y nos dicen que mi maleta está en el avión que ya partió a Milano que tengo que retirarla allá ni bien llegue.
Trato de no desesperarme. Ya estoy viejo para ser intolerante. El muchacho brasileño me mira el rostro y se muestra un poco asustado. Piensa que voy a reaccionar de otra manera. No lo hago, la educación está por encima de todo. Solo tengo mi bolsito de periodista y mi valijita de mano. Por suerte ahí está mi laptop. “Soy periodista, no importa me entretendré enviando mis despachos a Lima”, le digo. “¿Cómo salió Perú ante Suecia?”, me pregunta. Lo único que le escuché a algunos pasajeros es que empatamos 0-0, le respondo. “Acá somos hinchas de Perú por Paolo Guerrero”, me dice. Todo Brasil hinchará por Perú, son los más parecidos a nosotros en su juego”, agrega.
“Señor, sígame, veré que puedo hacer por usted”, me dice. Y lo acompaño. Nuevamente hice Migraciones y el agente se sorprende. “Usted acaba de entrar y ahora está saliendo”, me dice. Le explico. “Lo veo con buen semblante, un argentino destruye el aeropuerto”, agrega. Y me rio. Qué más da. Yo mismo me sorprendo de mi actitud. Estoy incomunicado, mi celular ya no tiene batería. No puedo wasapear con nadie hasta que recargue la batería. Las lindas chicas brasileras me atienden bien en el counter. “No se preocupe, lo vamos a alojar en el Hotel Mónaco. Lo llevaremos en un taxi, llega y si desea cena, atienden hasta las tres de la madrugada. Mañana toma desayuno, sale a pasear por Sao Paulo, regresa, almuerza, se hace una siesta, ve TV, y a las siete y 30 de la noche lo traeremos del hotel para que embarque en el vuelo que sale a las 10 y 50 de la noche a Milano”, me dice sonriente. “Usted tiene buen carácter, otros pasajeros pegan el grito en el cielo”, agrega en su portugués que solo lo entiendo a medias.
Me lleva un taxi al hotel. Voy mudo, el chofer intuye que no estoy para el diálogo. Me registro, me dan una tarjeta de la habitación 319. Abro, prendo la luz. Empieza otro drama, los enchufes son distintos al de Perú. Entrada con tres huequitos redondos. Yo tengo salida de dos rectangulares como usamos en Lima. Por suerte la laptop tiene dos horas de batería. Puedo cargar el celular y el Energizer de recarga móvil que he comprado en Lima. Mientras van cargado ambos aparatos prendo la TV, la habitación de agradable. Hago zapping y voy buscando algo interesante.
Me encuentro con que una señorita periodista que está entrevistando a Roberto Rivelino. Ese zurdo espectacular, campeón del Mundo con Brasil en 1970. Me detengo a escucharlo y a verlo. “Le tengo fe a Tite. Respeta nuestra escuela. Brasil es candidato, pero lo que más quiero y deseo es que nos topemos con los alemanes en semifinales o en la final. Y que le devolvamos la goleada que nos metieron en el Brasil 2014. No sabes cómo sufrí con esa goleada. Tengo la sangre en el ojo todavía”, le dice a la chica. Ella lo reta a hacer pataditas y que se pasen la pelota uno a uno a ver quién la pierde primero. Rivelino sonríe y le acepta el reto. Al final, tras una serie de pataditas tipo tenis, él la pierde primero y sonríe. La chica tira su pelota. Debe jugar muy bien al fútbol. Ella lo mira riñéndose con burla y le dice: Qué pasó campeón del mundo. Ambos se ríen. Ya estoy viejo, ya estoy viejo, atina a decirle.
Me pongo a elaborar mi trabajo de lo que será el Mundial. Los inconvenientes siempre se presentan en nuestra profesión. Ya lo tengo asumido. Si no pasa en el inicio, pasa en el intermedio o al final. Es como un partido de fútbol. Lo que me alegra es que ya tenemos 15 partidos invictos. Llegamos afinaditos para enfrentar a Dinamarca. Dios quiera se nos haga para felicidad de miles de compatriotas que viajan desde distintas partes del mundo. El domingo amaneció lindo, con un clima primaveral. Es hermoso Sao Paulo. Aún no recorremos todo, pero al ir a Carrefour, nos topamos con varios haciendo footing, hombres y mujeres de todas las edades. Son muy deportistas los brasileños. Allá vamos Rusia, en unas horas más, mañana, si Dios quiere, estaremos en Milano y el martes embarcamos a Moscú. Un mundial más.