Por Fernando Jiménez
desde Moscú, Rusia
Veo los rostros en el aeropuerto de Moscú y parece que estoy en la Segunda Guerra Mundial. Caras largas, faz adusta y mucha dureza en el trato. No hay sonrisas que alimenten la esperanza de ser bien atendidos, no obstante, va mejorando a medida que en medio de la desesperación alcanzamos respuestas. Usamos nuestro inglés masticadito, al menos, pero acá poco y nada hablan ese idioma. El ¿You speack english? No existe. El idioma ruso prevalece por encima de todo. Vaya si lo entendemos, son indiferentes al idioma de su antagónico rival.
Paso los controles aduaneros. Prácticamente me desvisten. Saco todo de los bolsillos, no puedo dejar ni el USB que es de metal, anteojos, reloj, cigarrillos, llaves, la compurer afuera, grita una voz militarizada. Hay que hacer caso. Pienso en la KGB. No hay que ponerse sabroso. Me quitan el desodorante y lo tiran al tacho. Pienso en el aerosol cuando siento el olor a axilas de la chica que está delante mío. La abandonó pienso sonriente. Y recuerdo en ese slogan publicitario: Rexona no te abandona. Tiene pinta de francesa. Por eso habrán inventado los perfumes, me rio. Qué más da. Son las siete de la noche que parece tarde. Aun el cielo está despejado con amenazas de lluvia.
Entro a Migraciones y primero pasa un uruguayo que me contó antes que trabaja cuatro años y se gasta su plata yendo a los mundiales. Me asusto cuando el agente ruso le dice: ¿Su visa? O algo parecido. El charrúa se desespera. Tengo mi Fan Id, responde y saca su credencial de hincha. Le muestra el pasaporte uruguayo, ya no el italiano y recién accede a sellarle. Los tanos necesitan Visa, para entrar a Rusia. Los uruguayos no. A la pipeta me preocupo. No vaya a ser que me pidan visa. Pero no, entiendo que me está preguntando a qué llego a Rusia y le sacó la carta de FIFA en la que me confirman que estor acreditado para el Mundial. Paso.
Camino raudamente por los pasillos en busca de la salida. Nadie me espera. Estoy más nervioso que un turco en la neblina o Adán en el Día de la Madre. Ya estuve en Japón, no tengo por qué arrugar, hay que ponerle el pecho. Al menos ya estoy en Moscú. Salí el sábado a mediodía y recién llego. Voy al puesto de una rusa bien atractiva y le hago señas que quiero comprar un chip. Me pide el celular. Le saca mi chip peruano y le pone el ruso por 30 días. Son 500 rublos, me dice. No he cambiado los euros. Le ofrezco 10 euros y me dice que no tiene cambio. Le regalo la diferencia. Sonríe.
Tengo la dirección de un hotel que me ha dado el Tigrillo Navarro. Lo llamo a su celular. Me dice que está en la conferencia de Perú, que me tome un taxi. Usa la aplicación UBER me sugiere. No jodas. Hubieses venido a buscarme, le increpo. Hay un ruso con pinta de japonesito que me observa detenidamente. Entiendo que me dice en inglés. “Soy un voluntario FIFA en qué lo puedo ayudar”. Me pide que le hable a su celular que traduce lo que le digo: “Quiero que me lleves a este hotel. Cuanto me cuesta”. Me responde el mismo celular que son 700 rublos. Ya cambié 20 euros antes de salir y tengo 1,400 rublos. Acepto.
Me lleva a su auto e increíblemente vamos conversando. Yo le hablo al celular en español y él le habla en ruso al celular. Increíble esto de la tecnología. Me pregunta de donde soy y le digo: Peruvian. Sonríe. Peruvian, peruvian. Y agrega por su celular: País exótico. Ya vio en Google. Una hora después, por el tráfico de esa hora, llegamos al hotel. La recepcionista es una rubia con cara de hombre. Me mira como si me quisiera meter un balazo. Está Sergio Rojas, un peruano de Salamanca, graduado en Economía a quien el Tigrillo le ha encomendado que me reciba
Después llega el ‘Tigrillo’ y Gustavito Peralta. Tras una hora de pelear con la rusa con cara de hombre por fin nos da una habitación, pero quiere que paguemos hasta el viernes que nos vamos a Saransk. Aceptamos. Nos vamos a cenar. Hace hambre. Ya son las 10 y 30 de la noche en Moscú. Ellos que tienen más días aquí ya conocen el lugar. Pido una cerveza para distender tensiones y me dicen que no venden licor. Mañana (hoy) tengo que ir en busca de mi Acreditación. Pero lo más importante es que ya estoy en Rusia. Lo demás caerá por su propio peso. Así sea.