Por Fernando Jiménez
Pensar que la generación de los 90, los niños sobre todo, veían los partidos de nuestra selección temblando y comiéndose las uñas. Nosotros mismos, los periodistas, renegábamos cuando teníamos que cubrir derrotas tras derrotas. Jugadores había, pero éramos víctimas de una tremenda desorganización. No se elegía bien. Se optaba por lo fácil. Jugar en la “U”, Alianza y Cristal daba un plus para ser convocado. Los demás no tenían oportunidades, tenía que jugar el doble de los elegidos y todo esto causaba bronca en miles de hinchas que nos tildaban de limeños argolleros. Ahora los partidos los vemos tranquilos. Sabemos que no nos van a golear y todos o casi todos sabemos que tenemos equipo. Y eso hay que reconocerle a Ricardo Gareca
La última gran selección que tuvimos fue la del 85. Esa que tenía a Velásquez, Cueto y Uribe y arriba a Barbadillo, Franco Navarro y Oblitas. Cuando murió esa generación murió todo. Caímos en un pozo del cual no supimos salir. Empezaba el recambio. Es lo mismo que le pasa ahora a Chile. Están en el recambio y eso no se hace de la noche a la mañana. Le pasó a Ecuador y no fue al Mundial. Tras una generación brillante viene después la debacle y no se sabe cómo reemplazarlos. Es muy difícil, aunque no parezca. Hay que tener mucha suerte para encontrar un equipo similar.
En el 90 trajimos al brasileño Pepe y fue un desastre. Para el 94 a Popovic y fue otro desacierto. En el 98 lo tomó Oblitas y mejoramos en algo, no fuimos por diferencia de goles a Francia. Como locos fuimos a buscar a Pacho Maturana para el 2002 y fracasó, lo reemplazó Uribe e igual nos eliminaron. Trajimos después en el 2006 a Autuori y nada. Las inconductas afloraban y la noche le ganó al fútbol. Se le dio el buzo a Chemo confiando en un peruano y las inconductas en el Inca Golf fue repudiable. Fueron a buscar a Markarián y en algo se mejoró porque nos trajimos un tercer puesto de la Copa América 2011, pero no alcanzó para ir a Brasil
La blandura de Oblitas fue muy criticada. Se le exigía mano dura. Pero la indisciplina gobernaba la selección. Su más grande acierto fue traer a Ricardo Gareca. Aunque debe reconocer a su mentor Edwin Oviedo quien lo contrató como Director Deportivo. Por eso me extrañó cuando dijo en una conferencia que le daba asco. Muchas veces, el silencio es salud. Gareca prefiere quedar mal él, justificándolo, sabiendo que las evidencias que tiene Oviedo son notables. Gareca es muy querido en la sociedad futbolística argentina. No de ahora, lo sé desde muchísimos años. Tiene nombre y apellido en el fútbol argentino. Es un buen tipo, lo quieren y él lo sabe. No desborda soberbia por sus poros. No se enoja aun así le falten el respeto. Tiene la sabiduría de los que ejercen bien el arte de vivir
Espero un triunfo más. Ya no me sudarán las manos, ya no me temblarán las piernas. Ya no me morderé los labios. Vamos por el camino correcto. Hay seriedad en esta selección. Ya no están las vacas sagradas de antaño. Creo en esta selección ojalá nomás no me defrauden.