
Por Fernando Jiménez
desde Moscú- Rusia
Faltan pocas horas para tomar el avión que me llevará al aeropuerto. El Centro de Prensa va quedando vacío. Todos los colegas de diversas partes del mundo nos despedimos. “Nos vemos en Qatar”, me dice uno de ellos. Llueve en Moscú.Pareciera que le da pena que la abandonemos. Hago tiempo porque Nodhir, el taxista, quedó en buscarme a las 12 de la noche. “A esa hora estará todo despejado, cruzas la autopista y me esperas en la parte de enfrente”, me había advertido cuando me dejó a las 12 del mediodía y veo que también descienden de otro auto en el mismo momento Eddie Fleichmann, el Tanque Arias y Coki Gonzáles. Una final más, le digo a Eddie. No vas a llorar de emoción, le advierto. Se ríe. En Brasil 2014 fue porque mi viejo recién había fallecido, señala.
Hago tiempo con Jorge Barraza en el Centro de Prensa. “El martes me voy a Alemania, allá vive mi hijo. Estaré cinco días y vuelvo a Buenos Aires”, me cuenta. Está terminando de hacer sus columnas. “Esta es la número 25, con eso ya cumplo para El Universo, de Ecuador y cumplo el contrato”, me dice. Quiere que le ayude a titular una columna que escribe sobre Matrioska, la famosa muñeca rusa. “Dale Mencho vos sos bueno para los titulares”. Estoy en otra, le digo. Espera a ver si sale algo. Me apuro. También están esperando mi columna en Todo Sport. Faltan pocas horas para dejar Rusia. Nos despedimos. Sale apurado con un colega colombiano de la televisión de ese país que también lo ha contratado como comentarista. “Estamos con auto, te alcanzamos por ahí”. Le agradezco. Me va a recoger el taxista particular que he contratado. Me pierdo al salir. Me desespero un poco. Le envío un mensaje a Nodhir. No te entiendo me dice. Ha traducido por el translater y nada. Pido ayuda. Trato de explicarle a un vigilante que hable con él para que le diga en idioma ruso donde estoy exactamente. Gajes del oficio.
Mientras espero a mi salvación, me pongo a pensar lo que fue la cobertura del Mundial. Los viajes a Saranz para ver el Perú – Dinamarca al cual nos fuimos en una combi con 8 colegas. Pagamos 120 dólares por cabeza, ida y vuelta. El Tigrillo Navarro fue el coordinador. Evoco todo lo que sufrimos con “Cachetada” Solis y Pancholón García para viajar a Ekaterimburgo y el pasaje más barato nos costaba 600 euros. “Cachetada” que nos dice en medio de la desesperación que hay un avión que sale a 240 euros, pero hay que que tomarlo de un aeropuerto que está a 180 kilómetros de la ciudad. Aceptamos. Nos confiamos y salimos a los once de la noche. El vuelo era a las 6 de la mañana. El taxista del UBER nos lleva y a los 40 kilómetros se desanima. “No tengo máquina, mi auto no da para ir tan lejos, tómense otro taxi”, nos dice. Entramos en desesperación, quien nos iba a recoger desde ese lugar. El taxista se apiada y llama a un amigo. Nos lleva. Tenemos que pagarle 120 dólares entre los tres. No podíamos perder el avión.
Nos alojamos en un hotel de Sochi. Una ciudad hermosa. La mejor de todas las que conocimos. Los colegas eramos como hermanos. Íbamos de un lado a otro, sin distingo de camisetas. Cada uno trataba de cumplir con su empresa periodística.Estábamos solos en Rusia. Había que hermanarnos. Le ganamos a Australia. Salvamos el honor. Por la noche salimos a recorrer la ciudad. Entramos a una discoteca. La gran mayoría eran peruanos. En el escenario un cantante ruso acompañado de 4 bellas coristas que bailaban en el escenario. Pedimos unas chelas para escuchar la música. El tipo no se cansaba de cantar. Era una especie de rock ruso. Levantábamos las manos para seguir el ritmo de la música.
De pronto el DJ pone “Motor y Motivo” el Grupo Cinco. Algun peruanos le pasó el CD y sonreímos. La discoteca se alborota. Todos salen a bailar la famosa canción. Parecía que estábamos en una discoteca peruana. Impresionante. Era una risa ver bailar a las chicas rusitas todas rubiecitas de ojos celestes y verdes moverse al ritmo de “Motor y Motivo”. Los peruanos son cosa seria. Era su mundial. Ahí estábamos todos de diferentes clases sociales. De media para arriba. Pancholón se acerca a una rubiecita y le pide bailar mostrándole su celular con la traducción “¿Quieres bailar?” y ella le responde: “Que te pasa soy peruana, flaco”. Y todos nos reímos.
‘Mencho’ hazte un libro, me dice Sergio, un joven peruano economista que ha ido al Mundial y paraba con nosotros. Si, compadre, escribete un libro, agrega Andresito Lino. Con todo esto hay mil historias, les respondo. Quizás este sea el inicio de toda esa travesía. Los colegas fuimos hermanos en esta cobertura. Y eso es lo que más rescato de esta linda y amada Rusia que la empezamos a abandonar.
Prueba de insersión