¿Quién manda en el camarín?

Pablo Bengoechea
Pablo Bengoechea

Columna Neto comenta

Por Ernesto Cavagneri

Hasta la pregunta parece necia, diría uno de los geniales libretistas del gran Roberto Gómez Bolaños (El Chavo del 8). Por supuesto que el que manda en un vestuario es el técnico, en eso no hay discusión, pero desde que el fútbol es fútbol, las vacas sagradas siempre han querido imponer su criterio por encima del estratega.
Los roces entre los uruguayos Pablo Bengoechea y Luis Aguiar en la interna de Alianza Lima fueron repetitivos, pero el entrenador supo lidiar con ese inconveniente porque tenía claro el objetivo; y no iba a permitir que un engreído a quien él propuso a la directiva como refuerzo se interponga en el camino.
Una vez publiqué que las referencias que llegaban desde Montevideo por Aguiar no eran las mejores, porque siempre tuvo serios problemas en la interna de los por donde pasó. Su fútbol ya no era el mismo para el ritmo que imponen en Uruguay, pero futbolísticamente sí le alcanzaba para un fútbol menos exigente como el nuestro, tan es así que fue goleador del equipo blanquiazul en la temporada.

Como futbolista podemos tener reparos o no por el “Canario” Aguiar y eso es comprensible porque en el fútbol hay preferencias. A uno le puede agradar su forma de juego y a otros no. Lo que si no se puede admitir es un elemento disociador porque puede terminar rompiendo el grupo, y todos sabemos que cuando algo se quiebra en el vestuario, la cosa puede terminar mal.

Aquí también hay que reconocer la muñeca que tuvo Bengoechea para controlar a un jugador conflictivo hasta lograr el anhelado título nacional. El técnico sabe que para mantener la tranquilidad del plantel, pensando en lo que se viene, es difícil seguir con Aguiar. Es por eso que se justifica que la continuidad del volante charrúa no sea prioridad para la actual administración blanquiazul.

Hay algo que jamás puede romperse en un vestuario y eso es el principio de autoridad. Casos de futbolistas desubicados hay muchos, y no solo a nivel de clubes, también en selección nacional. En otra oportunidad hablaremos de esos futbolistas que hoy dicen morir por la blanquirroja, pero ya no se acuerdan que antes se negaban a defenderla por estar más interesados en sus negocios.