Por Renato Landívar
La discapacidad de un hincha de Alianza Lima, postrado en una silla de ruedas se convierte en una ventaja durante un momento de adversidad, pues apoyado de dos más, la detienen para que un tercero se suba en las llantas de esta y con espátula en mano termine de quitar la pintura blanca puesta por los seguidores evangélicos de la iglesia ‘Aposento Alto’ con la intención de borrar los escudos del club en los alrededores del predio victoriano.
Esa imagen tuve frente a mis ojos mientras cubría el tema más mediático del último lunes, fanáticos religiosos invadieron el estadio de un club de fútbol, algo inusual y que solo en el Perú puede ocurrir, quizás el mejor lugar para hacer periodismo en el mundo por este tipo de eventualidades.
Cuando tuve esa composición frente a mis ojos solo atiné a disparar con la cámara de mi celular para poder obtenerla, debía aprovechar como lo llama Juan Carlos Esteves, jefe de redacción de este diario (Todo Sport), “los golpes de suerte” que ocurren durante la cobertura de una comisión. Sabía que esperar la llegada del fotógrafo Yomo Rodríguez, en ese momento en la puerta de Mendoza Merino mientras yo estaba en el cruce de esa avenida con Isabel La Católica, era perdérmela.
Esa foto decía mucho, me demostró que lo más importante que tiene un club es su hinchada y más uno popular y tradicional como Alianza Lima. Esos hinchas vistos como delincuentes y vagos por el público en general, estaban haciendo hasta lo más difícil por su equipo. Una verdadera prueba de amor para responder una cobarde falta de respeto a los 117 años de historia del club blanquiazul.
En cuestión de minutos, la imagen fue destacada por redes sociales y los principales medios periodísticos, esta columna no es para destacar mi labor, sino la de esos cuatro y todos los verdaderos hinchas presentes ese día, porque eso fueron ese día. Íntimos de verdad, unidos ante un momento complicado, demostrando que el fútbol es más que veintidós tipos corriendo detrás de un balón.
