Fui a su velorio y sentí un nudo en la garganta cuando su esposa y su nena mayor, con lágrimas en los ojos, bajaron del vehículo que transportaba el féretro. Debo reconocer que soy muy sensible en situaciones como esta. He visto velorios de muchos colegas que partieron al cielo y sentí mucho dolor con sus partidas. Los periodistas somos como una familia. Aunque no nos veamos asiduamente, nos seguimos todos los días desde los diferentes medios de comunicación en la que escriben, hablan o muestran sus imágenes. Daniel Peredo ejerció los tres vehículos del periodismo. Empezó hablando en radio, siguió escribiendo y se hizo a base de empeño relator de fútbol en la televisión.
Daniel Peredo fue un buen periodista. Con sus virtudes y defectos ejerció bien la profesión, aunque muchas veces discutido por no entrar al área, como el mismo aconsejaba a los delanteros en sus relatos. Se ganó el cariño de los hinchas jóvenes y algunos mayores por la emoción que le ponía a sus relatos cuando gritaba uno de los goles de la selección peruana. Era muy inteligente, porque aprendió que su narración debía tener esa dosis de emoción, cuando la situación así lo requería. Y logró su consagración, por eso su fama.
Todos nos caímos a lo largo de nuestra profesión. Aldo Mariátegui, Jorge Tafur, Beto Ortiz, Mónica Delta, Denis Vargas por mencionar a los políticos. Jorge Esteves, Gerardo Sosaya, Eddie Fleichman, Philip Butters, el “Tigrillo” Navarro, Micky Rospigliosi, Gonzalo Núñez, Gustavo Barnechea, Lucho Trisano, yo mismo, perdimos la dirección de nuestros medios en lo que a periodismo deportivo se refiere. Daniel Peredo no se cayó nunca. Siempre parejito, estable, sin caídas estrepitosas. Nunca probó el sinsabor de la derrota. Fue un privilegiado.
Daniel y Pocho (Rospigliosi) fueron los únicos periodistas deportivos que nunca se cayeron. Coincidentemente el destino se los llevó muy jóvenes. Pocho a los 59 años y Daniel a los 48. Y fue en lo mejor de sus carreras. Cuando tocaban el punto más alto de su ejercicio profesional y de popularidad. Ambos eran apasionados. Lo que hacían era con un apasionamiento quizás desmedido y por eso dejaron de existir de manera repentina. Pero, el destino así lo quiso. Y eso nos provoca una gran pena, realmente.
Lo que sí lamento mucho, es que cuando un colega muere, ya nadie se acuerda de lo que hicieron. Los que hoy lo lloran y lamentan su muerte, pronto los arrinconarán en el armario del olvido. Hoy en día pocos son los que se acuerdan de Alberto Best, de El Veco, del mismo Pocho, de Micky, de Lolo Salazar, de Gallito, de Pepe Carrión, de Rolly Cadillo, de Mario Grau, de Enrique Valdez y tantos otros que nos dejaron tristes con su muerte. Aparecerán otros que los sucederán y lo que fue ya fue. Que injustos que somos.
Solo le pido a Dios que el cielo no sea indiferente para ellos. Que el divino redentor los tenga en su gloria. Que siempre los recordemos con cariño por todo lo que le dieron a nuestra profesión. Nadie está libre en esta Viña del Señor. Cada uno se va con su sello. Siento mucha pena la muerte de Daniel y se me hace un nudo en la garganta de tan solo pensar en sus dos nenas y su compañera. Dios lo quiso así. El destino se lo llevó, pero nunca olvidemos a nuestros próceres del periodismo.